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En 1976 Wallace S. Broecker publicó el artículo “Climate Change: Are we on the Brink of a Pronounced Global Warming?” (Cambio climático: ¿Estamos al borde de un calentamiento global pronunciado?). Desde que se acuñó este término ha sido motivo de controversia entre las esferas de poder. Los ciudadanos lo hemos asumido con reacciones que van desde el rechazo a aceptar su existencia, hasta visiones postapocalípticas de una sociedad en lucha por los recursos del planeta. Qué fácil es imaginarnos como Charlton Heston gritando “¡Maníacos! ¡La habéis destruido! ¡Yo os maldigo a todos!”?
Cuando empezamos con esta aventura “creíamos” en el cambio climático. Nos hemos documentado para ofrecerte una visión objetiva y científica (dentro de nuestras limitaciones). Antes de realizarlo teníamos una vaga idea de que la naturaleza estaba en peligro; ahora tenemos la certeza de que no sólo está en juego la extinción de unas especies, sino de la sociedad tal y como la conocemos. Y en este punto empezaría una buena película apocalíptica, de esas en las que un puñado de supervivientes se encargan de reconstruir la sociedad. Parece que nuestra visión ante el cambio climático está dominada por la desinformación y el miedo.
El cambio climático se parece a la paradoja de la rana hervida
Lo primero que hemos comprobado es que los signos no son tan claros como en las películas, ni sucede todo en unas pocas semanas. Tiene más parecido con la paradoja que plantea que para hervir una rana tienes que meterla en una olla con agua fría y aportar calor. No se dará cuenta de lo que pasa hasta que sea demasiado tarde. ¡Pobre rana! Se ve en ese aprieto porque le falta visión global, igual que a nosotros. En este punto es donde la ciencia entra en juego.
Entre los documentos más acreditados se encuentran los informes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Esta organización pertenece a las Naciones Unidas y está compuesta por científicos de 195 países. Revisan las publicaciones y estudios realizados, comprueban sus premisas y resultados para poder tener una visión global del rompecabezas. Posteriormente emiten diversos informes en los que se analiza la intervención del hombre en el cambio del clima y sus consecuencias, todo ello catalogado con diferentes índices de certeza. La finalidad es intentar predecir y minimizar las consecuencias que tendrá para nuestra sociedad. Es triste, pero es así. El único objetivo es minimizar las consecuencias porque es algo que ya estamos sufriendo. Cada día más científicos dejan sus trabajos en laboratorios para unirse a la desobediencia civil no violenta, llevan 50 años analizando lo que va a pasar, avisando a los ciudadanos y pidiendo medidas a los gobiernos, pero nadie les ha escuchado; la desesperación en sus voces dice más del futuro que nos espera que todos los documentos oficiales.
¿Por qué si la comunidad científica está de acuerdo no se toman medidas al respecto?
Nosotros no hemos encontrado una respuesta única, pero vemos como la protección contra el medio ambiente se está convirtiendo en una herramienta política y económica que enfrenta a los ciudadanos a tomar una decisión, a posicionarse como si en esta lucha existiesen los bandos. Hemos reconocido algunos de los problemas a los que se enfrenta el ecologismo:
- Vivimos en una sociedad que ha considerado al hombre como el centro del universo durante siglos. Creemos que la naturaleza solo sirve para que nosotros podamos vivir y progresar, sin valor en sí misma. Si consideramos que la naturaleza es algo al servicio del hombre, ¿qué pasa cuando el hombre se pone al servicio de otra cosa, como el dinero? Hemos dejado que el dinero se asocie a todos y cada uno de los elementos de nuestra sociedad, incluidos nosotros, que podemos fijar en 5 minutos el precio de nuestra vida con una aseguradora. El dinero es una balanza que equipara todo al mismo nivel. ¿Cómo podemos valorar la pérdida de la selva amazónica? ¿Cuántos millones de millones de euros supondría? La cifra es incalculable porque el daño es irreparable, y por eso mismo carece de valor.
- Tener que luchar por el medio ambiente en una sociedad económica implica que aquellos que quieran hacer algo tienen que pelear en el mismo medio. Los negacionistas del cambio climático utilizan este impedimento como herramienta; defienden que solo hay intereses económicos detrás de este cambio de paradigma. Creemos que pensar eso es pensar que las acciones a favor del medio ambiente se pueden realizar sin dinero; y todos sabemos que en esta vida no se puede hacer nada sin un euro en el bolsillo.
- Convertir el cambio climático en un debate político implica que unos y otros utilicen el miedo como herramienta. Si nos mantenemos impasibles ante la llamada de auxilio nos deparan terribles consecuencias: inundaciones, eventos atmosféricos virulentos, tremendas sequías, el aumento del nivel del mar, guerras por los recursos y las tierras fértiles, migraciones masivas, extinción de especies… Si optamos por tomar medidas urgentes nos amenazan con graves consecuencias económicas, pobreza y una sociedad restrictiva que acabe con las aspiraciones y libertades de sus individuos.
El estudio del cambio climático y del futuro de la humanidad nos ofrece ese futuro distópico y apocalíptico que tanto permanece en nuestra conciencia colectiva. Los informes están plagados de desastres y riesgos. Tampoco nos ponemos de acuerdo en cómo o por qué proteger la naturaleza ¿Significa que estemos abocados a un futuro digno de reflejarse en la gran pantalla?
¿Y si no tuviésemos un futuro distópico y apocalíptico como referencia?
Estos relatos llegan a una sociedad desencantada que, crisis tras crisis, se vuelve más pesimista; la realidad y la ficción se unen para instaurar el miedo a las consecuencias de una u otra resolución del conflicto. El resultado es que, si no sabes que escoger, no escoges. El miedo nos paraliza, ¿por qué hacer algo si nada nos va a salvar de un mundo peor? Por eso no queremos tratar el cambio climático como al hombre del saco. Tenemos algunos artículos preparados que abordan varios problemas de forma más específica, pero también queremos contaros medidas y tecnologías que se desarrollan para evitar las peores consecuencias. Porque nosotros creemos que lo más importante es saber que todo puede cambiar, que mejorar el planeta y nuestra sociedad depende de nosotros.
Es curioso los pocos relatos utópicos que hay frente a las distopías que encontramos. Reconozcamos que hablar de utopía en pleno siglo XXI puede generar algún aprieto. Que te califiquen de utópico significa, como mínimo, que no eres consciente de tu entorno y que no tienes los pies en la tierra. La utopía no tiene por qué ser una visión infantil para huir del mundo actual (al fin y al cabo, Platón fue, con su República, el primer utópico, y de infantil tenía más bien poco). Una utopía constructiva nos ofrece un marco de referencia, es una herramienta para dar solución a problemas actuales y reales. Hemos mejorado a lo largo de los últimos siglos, pero aún queda trabajo por hacer. Esperamos no haberte perdido aún; conocemos la respuesta habitual, la utopía al fin y al cabo es algo irrealizable. Gracias por seguir leyendo, porque estamos preparados. ¿Cuántas utopías se han cumplido a lo largo de la historia? El sufragio universal, el acceso a agua dulce, la educación y la sanidad públicas no fueron más que ideas utópicas, y en algunos lugares lo siguen siendo. También podríamos hablar de utopías tecnológicas como volar o ir al espacio. Las personas tenemos un gusto especial por lo imposible y por los retos, solo necesitamos cambiar nuestras prioridades y reconsiderar qué es lo que merece nuestro tiempo (y nuestro dinero).
Un cambio de consumo a nivel global sería una revolución más importante que cualquier política que pudiese establecerse. Los cambios colectivos nacen de un número suficiente de cambios individuales
¿Qué pasaría si a partir de ahora el objeto más preciado fuese el hecho con plástico retirado del mar? No porque sea mejor o más escaso y exclusivo, sino porque con él se ha retirado del entorno natural una basura altamente contaminante. Las famosas se agolparían en las tiendas para comprar un bolso de deshechos y se subastarían esculturas hechas con basura.
Un cambio de consumo a nivel global, consumir solo lo que necesitamos y hacerlo con responsabilidad, sería una revolución más importante que cualquier política que pudiese establecerse. Los cambios sociales no nacen de políticas impuestas; tampoco nacen del miedo porque ninguna decisión tomada por miedo es una decisión libre. Los cambios colectivos nacen de un número suficiente de cambios individuales. Cualquier gesto es válido, porque cualquier gesto, extendido a un gran porcentaje de la población, siempre es significativo. Este cambio de paradigma es el inicio de nuestra #Utopía Verde, porque ser capaz de imaginar un mundo mejor es indispensable para poder construirlo.
Creemos que estamos ante una gran oportunidad para replantearnos sistemas obsoletos, y hacer un mundo más sano y justo para todos. Te invitamos a soñar con nosotros, ¿Cómo harías tú un mundo mejor? ¡Cuéntanoslo en redes!
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1 comentario
Me ha gustado el artículo. Espero y deseo que tengáis la fortuna de conseguir ese maravilloso objetivo marcado.